jueves, 17 de marzo de 2011

A QUE SE LE LLAMA DIVERSIDAD


Laclaración Universal de la UNESCO sobre la Diveridad Cultural se aprobó porunanimidad en una coyuntura muy singular: acababan de producirse los acontecimientosl de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural se aprobó por
del 11 de septiembre de 2001 y la 31ª reunión de la Conferencia General de la UNESCO
constituía el primer gran encuentro de nivel ministerial después de aquel día aciago.
Ello brindó a los Estados la ocasión de reafirmar su convicción de que el diálogo
intercultural es el mejor garante de la paz, y de rechazar categóricamente la tesis
que auguraba un choque ineluctable entre las culturas y civilizaciones.
Un instrumento de esta envergadura es algo novedoso para la comunidad internacional.
En él se eleva la diversidad cultural a la categoría de “patrimonio común
de la humanidad”, “tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica
para los organismos vivos”, y se erige su defensa en imperativo ético indisociable
del respeto de la dignidad de la persona.
La Declaración aspira a preservar ese tesoro vivo, y por lo tanto renovable, que es
la diversidad cultural, diversidad que no cabe entender como patrimonio estático sino
como proceso que garantiza la supervivencia de la humanidad; aspira también a evitar
toda tentación segregacionista y fundamentalista que, en nombre de las diferencias
culturales, sacralice esas mismas diferencias y desvirtúe así el mensaje
de la Declaración Universal de Derechos Humanos
unanimidad en una coyuntura muy singular: acababan de producirse los acontecimientos
del 11 de septiembre de 2001 y la 31ª reunión de la Conferencia General de la UNESCO
constituía el primer gran encuentro de nivel ministerial después de aquel día aciago.
Ello brindó a los Estados la ocasión de reafirmar su convicción de que el diálogo
intercultural es el mejor garante de la paz, y de rechazar categóricamente la tesis
que auguraba un choque ineluctable entre las culturas y civilizaciones.
Un instrumento de esta envergadura es algo novedoso para la comunidad internacional.
En él se eleva la diversidad cultural a la categoría de “patrimonio común
de la humanidad”, “tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica
para los organismos vivos”, y se erige su defensa en imperativo ético indisociable
del respeto de la dignidad de la persona.
La Declaración aspira a preservar ese tesoro vivo, y por lo tanto renovable, que es
la diversidad cultural, diversidad que no cabe entender como patrimonio estático sino
como proceso que garantiza la supervivencia de la humanidad; aspira también a evitar
toda tentación segregacionista y fundamentalista que, en nombre de las diferencias
culturales, sacralice esas mismas diferencias y desvirtúe así el mensaje
de la Declaración Universal de Derechos Humanos
del 11 de septiembre de 2001 y la 31ª reunión de la Conferencia General de la UNESCO
constituía el primer gran encuentro de nivel ministerial después de aquel día aciago.
Ello brindó a los Estados la ocasión de reafirmar su convicción de que el diálogo
intercultural es el mejor garante de la paz, y de rechazar categóricamente la tesis
que auguraba un choque ineluctable entre las culturas y civilizaciones.
Un instrumento de esta envergadura es algo novedoso para la comunidad internacional.
En él se eleva la diversidad cultural a la categoría de “patrimonio común
de la humanidad”, “tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica
para los organismos vivos”, y se erige su defensa en imperativo ético indisociable
del respeto de la dignidad de la persona.
La Declaración aspira a preservar ese tesoro vivo, y por lo tanto renovable, que es
la diversidad cultural, diversidad que no cabe entender como patrimonio estático sino
como proceso que garantiza la supervivencia de la humanidad; aspira también a evitar
toda tentación segregacionista y fundamentalista que, en nombre de las diferencias
culturales, sacralice esas mismas diferencias y desvirtúe así el mensaje
de la Declaración Universal de Derechos Humanos

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